Fecha: 4 y 5 febrero 2012
Temperatura: -9 mínima y 0 de máxima
(Santi,
Loli, Ofelia, Isabel, Pili, Jose y Tere).
Este relato no es en pureza una ruta. Incluso la que hicimos la hemos escondido un poco entre el texto. Es un fin de semana en la nieve con ciertas anécdotas.
Por fin descansaba Ofelia, ya podíamos ir un fin de semana completo de montaña, como
llevábamos pensando desde hacía mucho tiempo. Los días elegidos eran el sábado
y domingo, 4 y 5 de febrero de 2012.
Una ola de viento siberiano está recorriendo Europa, pero el sábado hay cambio y el tiempo mejora. Con un poco de suerte pisaremos algo de nieve ¡qué bien!
La ruta que hicimos en Geras fue arroyo Meleros, Boyariza y vuelta por el arroyo Palanco. Volveremos pronto en mejores circunstancias. Si el tiempo lo permite |
A las nueve en “El Flores”, tomamos un café, compramos el pan reciente para los bocadillos, un “brioss” (si alguien lo sabe escribir en francés, que lo ponga, yo no sé) y ¡ale! de excursión, camino de Geras. Cuando pasamos a la altura del seminario el coche marcaba -6. No pasa nada, este es el clima de León, hace frío, pero tenemos un sol radiante. La bajada de El Rabizo fue cuando menos emocionante, no había ni gota de nieve, pero hielo para regalar, aunque el coche no hizo ningún extraño. La verdad es que se habían preocupado de echar sal a mogollón para que no resbalara.
Antes de llegar a Geras, Santi se detuvo en una curva amplia. El río estaba helado en los remansos y de las salgueras colgaban chupiteles de hielo. Cuando bajamos del coche comenzó a nevar, era más viento que nieve. Nos cambiamos rápido, bajamos unos doscientos metros por la carretera, pasamos un puente sobre el río y comenzamos a andar por una ruta muy bonita, que ascendía con suavidad entre hayedos, avellanos y praderas. Seguía habiendo mucho hielo, algo de nieve y mucha ventisca. Llegamos a la parte más alta y allí, en las praderas había algo más de nieve. No hay muchas anécdotas que contar, no apetecía mucho hablar. La cuestión era agachar la cabeza y seguir peleando con la ventisca. De vez en cuando tenía que ir a recoger el sombrero volado por el viento, pero poco más.
Al llegar al alto disfrutamos del paisaje, ahora todo nevado. Comenzamos a bajar a la vez que planificamos una ruta más larga, para cuando el tiempo lo permita. Subiríamos hasta “aquel” pico, lamento no saber como se llama. Bajamos por buen camino, llegando al fondo del valle nos desviamos a la derecha por un desfiladero pelado y rodeado de calizas. Por el desfiladero bajaba un arroyo y una calzada romana. Resultó peligroso, ya que no se distinguía el hielo del suelo firme y de vez en cuando el hielo se rompía y dábamos con el pie en el arroyo.
Al llegar al alto disfrutamos del paisaje, ahora todo nevado. Comenzamos a bajar a la vez que planificamos una ruta más larga, para cuando el tiempo lo permita. Subiríamos hasta “aquel” pico, lamento no saber como se llama. Bajamos por buen camino, llegando al fondo del valle nos desviamos a la derecha por un desfiladero pelado y rodeado de calizas. Por el desfiladero bajaba un arroyo y una calzada romana. Resultó peligroso, ya que no se distinguía el hielo del suelo firme y de vez en cuando el hielo se rompía y dábamos con el pie en el arroyo.
-Es barro.
No
obstante para asegurarse del todo y demostrarlo, tomo un poco de la bota con el
dedo y lo acercó a su nariz y a la de Loli.
-
¡Coño! Pues es
mierda.
Era
mierda de vaca. Estando en esto cayó Tere en otro blando, naturalmente también era
mierda. Detrás también cayeron Santi, Isabel y Ofelia y ... también era
mierda.
Después de limpiar las botas en la hierba y en la fuente decidimos que no hacía temperatura para comer bocadillos, vendría bien algo caliente. Santi quería entrar en el Entrepeñas, que ya conocía. Pero Jose dijo que había oído hablar bien del Tarabico. Entramos en el Tarabico y mientras resoplábamos pedimos si nos podían dar algo caliente de comer.
- Hasta las dos no damos comidas, dijo la camarera.
- Bueno, son menos veinte, ¿podemos pasar al comedor y cuando llegue la hora nos sirven? -Dijo, Jose-.
- No, ahora sólo puedo ponerles unas raciones en esas mesas del bar.
Un gesto de complicidad hizo que nos marcháramos sin rechistar al Entrepeñas. Los que no estaban atentos a la conversación no dijeron nada, simplemente nos fuimos todos.
¿Por qué nos llamarán cazurros a los leoneses? Si alguien va por el Tarabico, sólo tiene que dejarles hablar y lo comprobará.
Y entramos en el Entrepeñas. Una joven que estaba en el interior, dijo aquello de:
- ¡Vaya frío que hace hoy!.
- Si, y encima venimos del monte, dijimos.
- Nos puede dar algo caliente.
-¿Queréis pasar al comedor o poneros allí junto al radiador?
¡Qué diferencia! Decidimos ir junto al radiador. Al momento teníamos en la mesa una botellita de Rioja y después dos soperas de sopa de cocido sabrosa y caliente. Además dos cazuelas de barro con lentejas. ¡Todo estaba buenísimo! Y caliente.
Dos bandejas más con cecina de chivo, morcilla, chorizo, panceta, costillas, todo sabroso y asombrosamente muy desgrasado ¡qué bueno todo! Otra de Rioja, algo de prieto picudo y cafés, nos pusimos como quicos a diez euros por cabeza y atendidos con simpatía ¡qué bien!
Un paseo hasta el coche y camino de Casares. José quería ir por el puerto de Aralla, pero Santi, que es más prudente, dijo que mejor por Villamanín, son
La señora Matilde “Mesón González” nos recibió con alegría.
- Ya llamó Antonio para saber si habíamos llegado, nos dijo.
Inmediatamente le devolvió la llamada diciendo que estábamos allí.
Matilde pegó unos achuchones a Ofelia, resulta que se conocían. Después nos dio las habitaciones. Unos decidieron echar la siesta y la tele, otros la siesta y la partida, pero todos veíamos nevar con insistencia al otro lado de los cristales.
Llegaron las nueve menos veinte y decidimos ir al Cubillas al “Cantón de Arbas” donde nos habían preparado la cena. Teníamos cadenas y buena ropa, así que no habría problemas. Llegamos a las 9,30, cincuenta minutos para dos kilómetros, no está nada mal. El viaje fue muy emocionante entre la ventisca y los derrapes.
Y nos recibieron en “El Cantón”, Antonio, Ángel, olor a incienso, un poco a tabaco, buena temperatura, música nostálgica y además una cena exquisita.
MENÚ.
Cecina el cantón
Pezones de la barragana
Escrotus pastory
Pescado el cantón.
La perdición de Adán, con guarnición de pulpo de huerta.
Postre: Sueños del abuelo y beneficio de la novicia
Pan de horno, vino del bierzo, agua de la guilera, cafés e infusiones y espirituosos.
Todo exquisito y abundante. Después un magnífico concierto de rabel, algún cuento, chistes, el “meriñaque de Ofelia”, que sigue siendo excitante para el colectivo masculino y las historias de Isabel.
Nos contó Isabel, persona culta donde las haya, que las mujeres francesas cuidan al máximo la belleza, visual y también olorosa. Utilizan perfumes caros y esas cosas. Para mantener el atractivo olor a “femme” resulta que, cuando se quitan las bragas, no las lavan, las tienden en una cuerda y se las ponen otra vez cuando se han secado, así se intensifica su olor a mujer, lo que da muy buen resultado y es extremadamente atractivo para los hombres. No sé si será verdad, aunque Isabel lo asegura. Desde ese día llevo sin cambiarme los calzoncillos y yo no he ligado nada, al contrario, mi mujer dice que soy un guarro. En fin, tendré que dejar esta estrategia y cuando vaya a Francia ponerla en práctica, aquí, en León, no funciona.
Llegamos al “Mesón González” nos encamamos hasta las 9,30 del domingo que habíamos quedado para desayunar. Desayunamos tranquilamente, atendidos con cariño por Matilde. Teníamos pensado salir y hacer una ruta por Villamanín, pero no había manera de mover el coche, ahora había alrededor de medio metro de nieve.
Allí quedamos pacientemente, charlando y esperando.
¡Qué alegría! ¡Qué alborozo! Por fin llegó la máquina, era como una fiesta. Nunca nos había dado tanta alegría ver una de esas máquinas.
Lo siguiente era quitar la nieve con las palas para poner el coche en la carretera. Lo estábamos haciendo cuando llegaron Antonio y Ángel, y más gente al bar de Matilde. Nos ayudaron a sacar los coches y emprendimos la vuelta a León.
Cada poco había que bajar del coche para empujar a Antonio y Ángel, que no tenían cadenas. Llegamos por fin a tierra firme, a Rodiezmo, allí quitamos las cadenas y después paramos en Villamanín para recuperar energías a modo de café y vinos. Ya estábamos en zona segura, nadie tenía ganas de hacer marchas ni historias, pero visto ahora desde el calorcito de casa, resultó que todo fue muy divertido y emocionante.
Por cierto, aún no he visto a Santi, tenía constipado todo el fin de semana. Tampoco he visto su esquela en el periódico, así que no habrá “cascao”. También me ha dicho un pajarito que Gari y Camino se quedaron con pena por no ir a comer el cocido que teníamos encargado en “El Cantón” para el domingo ¿Quién les ha quitado de ir? Desde luego los garbanzos los había puesto Ángel a remojo, podían haber ido a aprovecharlos. Je, je, je….
Eso, y ahora hay que decirle a Ofelia que la próxima vez que descanse un sábado se asegure de que no viene viento siberiano a tocar las narices.
El camino de vuelta, después de pasar la quitanieves y dos coches |