viernes, 24 de febrero de 2012

EL CANTÓN DE ARBAS

EL CANTÓN DE ARBAS
Fecha: 4 y 5 febrero 2012
Temperatura: -9 mínima y 0 de máxima
(Santi, Loli, Ofelia, Isabel, Pili, Jose y Tere).
Este relato no es en pureza una ruta. Incluso la que hicimos la hemos escondido un poco entre el texto. Es un fin de semana en la nieve con ciertas anécdotas.
Por fin descansaba Ofelia, ya podíamos ir un fin de semana completo de montaña, como llevábamos pensando desde hacía mucho tiempo. Los días elegidos eran el sábado y domingo, 4 y 5 de febrero de 2012.
El año ha comenzado muy tranquilo en lo que a la meteorología se refiere, el invierno está siendo seco, hiela poco y no llueve ni nieva nada. Las montañas que se ven desde León no tienen nieve en sus cumbres. Los pantanos están casi vacíos. Este año no estamos teniendo invierno, comentamos de vez en cuando. Tenemos ganas de pisar nieve algún día.
Una ola de viento siberiano está recorriendo Europa, pero el sábado hay cambio y el tiempo mejora. Con un poco de suerte pisaremos algo de nieve ¡qué bien!
Durante la semana preparamos el viaje. Santi se encargó de las rutas. El sábado haremos una ruta por Geras y el domingo por la zona de Casares.
La ruta que hicimos en Geras fue arroyo Meleros, Boyariza y vuelta por el arroyo Palanco. Volveremos pronto en mejores circunstancias. Si el tiempo lo permite
José se encargó de la intendencia. El sábado comeremos de bocadillo, después iremos al Mesón González en Casares, donde tenemos reservada habitación. Cenaremos en “El Cantón de Arbas” en Cubillas, y el domingo comeremos un cocido después de la ruta, de nuevo en “El Cantón”. Todo correcto, somos un grupo perfecto en cuanto a organización, unos tíos previsores, nos parecemos a los alemanes de antes, a aquellos que no metían la pata y la lengua con la bacteria ecolí.
A las nueve en “El Flores”, tomamos un café, compramos el pan reciente para los bocadillos, un “brioss” (si alguien lo sabe escribir en francés, que lo ponga, yo no sé) y ¡ale! de excursión, camino de Geras. Cuando pasamos a la altura del seminario el coche marcaba -6. No pasa nada, este es el clima de León, hace frío, pero tenemos un sol radiante. La bajada de El Rabizo fue cuando menos emocionante, no había ni gota de nieve, pero hielo para regalar, aunque el coche no hizo ningún extraño. La verdad es que se habían preocupado de echar sal a mogollón para que no resbalara.
Antes de llegar a Geras, Santi se detuvo en una curva amplia. El río estaba helado en los remansos y de las salgueras colgaban chupiteles de hielo. Cuando bajamos del coche comenzó a nevar, era más viento que nieve. Nos cambiamos rápido, bajamos unos doscientos metros por la carretera, pasamos un puente sobre el río y comenzamos a andar por una ruta muy bonita, que ascendía con suavidad entre hayedos, avellanos y praderas. Seguía habiendo mucho hielo, algo de nieve y mucha ventisca. Llegamos a la parte más alta y allí, en las praderas había algo más de nieve. No hay muchas anécdotas que contar, no apetecía mucho hablar. La cuestión era agachar la cabeza y seguir peleando con la ventisca. De vez en cuando tenía que ir a recoger el sombrero volado por el viento, pero poco más.
 Al llegar al alto disfrutamos del paisaje, ahora todo nevado. Comenzamos a bajar a la vez que planificamos una ruta más larga, para cuando el tiempo lo permita. Subiríamos hasta “aquel” pico, lamento no saber como se llama. Bajamos por buen camino, llegando al fondo del valle nos desviamos a la derecha por un desfiladero pelado y rodeado de calizas. Por el desfiladero bajaba un arroyo y una calzada romana. Resultó peligroso, ya que no se distinguía el hielo del suelo firme y de vez en cuando el hielo se rompía y dábamos con el pie en el arroyo.
Acabado el desfiladero aparecieron las casas de Geras en la lejanía, ya estaba todo nevado y decidimos salir del camino por el que corría el arroyo y andar por los prados. Pili tuvo el “acierto” de pisar en un blando y metió su pierna izquierda hasta casi la rodilla, manchó y mojó los calcetines. Después de las primeras risas surgió la pregunta, es barro o mierda. Pili muy segura de sí misma dijo:
-Es barro.
No obstante para asegurarse del todo y demostrarlo, tomo un poco de la bota con el dedo y lo acercó a su nariz y a la de Loli.
-          ¡Coño! Pues es mierda.
Era mierda de vaca. Estando en esto cayó Tere en otro blando, naturalmente también era mierda. Detrás también cayeron Santi, Isabel y Ofelia y ... también era mierda.
 Después de limpiar las botas en la hierba y en la fuente decidimos que no hacía temperatura para comer bocadillos, vendría bien algo caliente. Santi quería entrar en el Entrepeñas, que ya conocía. Pero Jose dijo que había oído hablar bien del Tarabico. Entramos en el Tarabico y mientras resoplábamos pedimos si nos podían dar algo caliente de comer.
- Hasta las dos no damos comidas, dijo la camarera.
- Bueno, son menos veinte, ¿podemos pasar al comedor y cuando llegue la hora nos sirven? -Dijo, Jose-.
- No, ahora sólo puedo ponerles unas raciones en esas mesas del bar.
Un gesto de complicidad hizo que nos marcháramos sin rechistar al Entrepeñas. Los que no estaban atentos a la conversación no dijeron nada, simplemente nos fuimos todos.
¿Por qué nos llamarán cazurros a los leoneses? Si alguien va por el Tarabico, sólo tiene que dejarles hablar y lo comprobará.
Y entramos en el Entrepeñas. Una joven que estaba en el interior, dijo aquello de:
- ¡Vaya frío que hace hoy!.
- Si, y encima venimos del monte, dijimos.
- Nos puede dar algo caliente.
-¿Queréis pasar al comedor o poneros allí junto al radiador?
¡Qué diferencia! Decidimos ir junto al radiador. Al momento teníamos en la mesa una botellita de Rioja y después dos soperas de sopa de cocido sabrosa y caliente. Además dos cazuelas de barro con lentejas. ¡Todo estaba buenísimo! Y caliente.
Dos bandejas más con cecina de chivo, morcilla, chorizo, panceta, costillas, todo sabroso y asombrosamente muy desgrasado ¡qué bueno todo! Otra de Rioja, algo de prieto picudo y cafés, nos pusimos como quicos a diez euros por cabeza y atendidos con simpatía ¡qué bien!
Un paseo hasta el coche y camino de Casares. José quería ir por el puerto de Aralla, pero Santi, que es más prudente, dijo que mejor por Villamanín, son 20 km. más, pero según está el día merece la pena. Fuimos por Villamanín, no había casi nieve, pasamos Rodiezmo, Pobladura y llegamos al cruce de Casares. En ese momento empezó a verse algo de nieve. Iniciamos una leve ascensión y el coche de Santi cada poco se cruzaba en la carretera. Colocamos las cadenas entre la ventisca, con ayuda, por cierto, ¡gracias! de una persona de Cubillas que pasó por allí. Por fin llegamos a Casares, después de unos cuantos derrapes. Ya había al menos veinte centímetros de nieve.
La señora Matilde “Mesón González” nos recibió con alegría.
- Ya llamó Antonio para saber si habíamos llegado, nos dijo.
Inmediatamente le devolvió la llamada diciendo que estábamos allí.
Matilde pegó unos achuchones a Ofelia, resulta que se conocían. Después nos dio las habitaciones. Unos decidieron echar la siesta y la tele, otros la siesta y la partida, pero todos veíamos nevar con insistencia al otro lado de los cristales.
Llegaron las nueve menos veinte y decidimos ir al Cubillas al “Cantón de Arbas” donde nos habían preparado la cena. Teníamos cadenas y buena ropa, así que no habría problemas. Llegamos a las 9,30, cincuenta minutos para dos kilómetros, no está nada mal. El viaje fue muy emocionante entre la ventisca y los derrapes.
Y nos recibieron en “El Cantón”, Antonio, Ángel, olor a incienso, un poco a tabaco, buena temperatura, música nostálgica y además una cena exquisita.
MENÚ.
Cecina el cantón
Pezones de la barragana
Escrotus pastory
Pescado el cantón.
La perdición de Adán, con guarnición de pulpo de huerta.
Postre: Sueños del abuelo y beneficio de la novicia
Pan de horno, vino del bierzo, agua de la guilera, cafés e infusiones y espirituosos.
Todo exquisito y abundante. Después un magnífico concierto de rabel, algún cuento, chistes, el “meriñaque de Ofelia”, que sigue siendo excitante para el colectivo masculino y las historias de Isabel.

 Nos contó Isabel, persona culta donde las haya, que las mujeres francesas cuidan al máximo la belleza, visual y también olorosa. Utilizan perfumes caros y esas cosas. Para mantener el atractivo olor a “femme” resulta que, cuando se quitan las bragas, no las lavan, las tienden en una cuerda y se las ponen otra vez cuando se han secado, así se intensifica su olor a mujer, lo que da muy buen resultado y es extremadamente atractivo para los hombres. No sé si será verdad, aunque Isabel lo asegura. Desde ese día llevo sin cambiarme los calzoncillos y yo no he ligado nada, al contrario, mi mujer dice que soy un guarro. En fin, tendré que dejar esta estrategia y cuando vaya a Francia ponerla en práctica, aquí, en León, no funciona.
En la tertulia tras la cena nos acompañaron, Antonio, el pastor, y dos amigos de Antonio Ribont y Ángel que tienen una casa rural en Poladura. También decidimos posponer, sine die, el cocido que teníamos previsto para el día siguiente.
Y ahora por fin volvimos para Casares. Era casi la una de la mañana, el viaje de vuelta fue como el de la ida, sólo que con más ventisca, de repente tenías el coche de Santi a cincuenta metros y desaparecía entre la ventisca. También pensábamos que los lobos que Tere esperaba se lo hubieran tragado. La vuelta la hicimos en una media hora. Tiempo récord, veinte minutos menos que la ida.
Llegamos al “Mesón González” nos encamamos hasta las 9,30 del domingo que habíamos quedado para desayunar. Desayunamos tranquilamente, atendidos con cariño por Matilde. Teníamos pensado salir y hacer una ruta por Villamanín, pero no había manera de mover el coche, ahora había alrededor de medio metro de nieve.
- La máquina vendrá dentro de una hora, dijo Matilde.
Allí quedamos pacientemente, charlando y esperando.
¡Qué alegría! ¡Qué alborozo! Por fin llegó la máquina, era como una fiesta. Nunca nos había dado tanta alegría ver una de esas máquinas.
Lo siguiente era quitar la nieve con las palas para poner el coche en la carretera. Lo estábamos haciendo cuando llegaron Antonio y Ángel, y más gente al bar de Matilde. Nos ayudaron a sacar los coches y emprendimos la vuelta a León.

Cada poco había que bajar del coche para empujar a Antonio y Ángel, que no tenían cadenas. Llegamos por fin a tierra firme, a Rodiezmo, allí quitamos las cadenas y después paramos en Villamanín para recuperar energías a modo de café y vinos. Ya estábamos en zona segura, nadie tenía ganas de hacer marchas ni historias, pero visto ahora desde el calorcito de casa, resultó que todo fue muy divertido y emocionante.
Por cierto, aún no he visto a Santi, tenía constipado todo el fin de semana. Tampoco he visto su esquela en el periódico, así que no habrá “cascao”. También me ha dicho un pajarito que Gari y Camino se quedaron con pena por no ir a comer el cocido que teníamos encargado en “El Cantón” para el domingo ¿Quién les ha quitado de ir? Desde luego los garbanzos los había puesto Ángel a remojo, podían haber ido a aprovecharlos. Je, je, je….
Eso, y ahora hay que decirle a Ofelia que la próxima vez que descanse un sábado se asegure de que no viene viento siberiano a tocar las narices.
El camino de vuelta, después de pasar la quitanieves y dos coches










miércoles, 22 de febrero de 2012

RUTA RIBERA DEL OMAÑA


LOS “GUIRRIOS” en carnavales por la ribera del Omaña.
(Santi, Loli, Pili, Ofelia, Javier, Tere, José y Luna)
Distancia recorrida: 15,5 km.
Dificultad:Baja. (Temperatura -4 +12)
Punto de partida: Trascastro de Luna.
Fecha:19 de febrero de 2012
A las ocho y media en el bar “102”. Siete cafés, siete tostadas, siete mantecadas. 7,70 euros, a los que invitó Javier, que había sacado el curso de adaptación al grado en aeronáutica con muy buena nota.

Emprendimos camino para Riello. Cada poco Santi se salía de la carretera en los desvíos a los pueblos y volvía a entrar. Incluso en una ocasión nos metimos dentro de una partida de cazadores que iban a dar una batida de jabalí. Siempre pensaba que lo que pretendía Santi era echar una meadilla, pero no, era el “Tom-tom” que actuaba como tal y no reconocía la “nueva” carretera, hecha hace unos 15 años, en fin, cosas de la tecnología.


Llegamos a Trascastro y comenzamos a andar a orillas del río Omaña. El camino entre Trascastro e Inicio es muy agradable, son más o menos dos kilómetros cerca de río, entre choperas, vegetación abundante y prados. Además había indicadores y cortas de arbustos recién hechas que colaboraban a la facilidad y al disfrute del paseo.

En Inicio se llega a la carretera, se cruza el río y nos metemos en un valle diferente, el del río Negro, que no deja de ser un pequeño arroyo. Hay una ascensión fuerte y limpia, con buen camino. Todo es aquí vegetación arbustiva, alguna colmena, buena indicación. A medida que se sube el paisaje es cada vez más atractivo por la amplitud de miras que la altura va ofreciendo. Llegado al alto, llaneamos un poco entre los campos hasta que nos encontramos con la carretera.
Es posible que no viéramos alguna indicación, ya que tuvimos que hacer unos cuantos kilómetros por la carretera hasta Campo de la Lomba y después hasta Santibáñez, parece que el plano indica que hay una vereda. Esto no nos gustó, no es precisamente asfalto lo que buscamos, aunque sólo cruzamos un coche en todo el camino. La furgoneta del panadero. En Campo nos salieron a recibir dos mastines, uno blanco adulto y un cachorro amarronado. En principio no queríamos saber nada con ellos y los espantamos para que no nos siguieran. Ante la imposibilidad optamos por incorporarlos al equipo, incluso ganaron alguna caricia, y nos acompañaron toda la rutas hasta la vuelta a Trascastro. La pregunta está en ¿cómo volverían ellos a Campo?

De Campo a Santibáñez por la carretera. Allí nos indicaron el camino para bajar al arroyo, si bien nos miraban extrañados. No entendían que clase de diversión tienen esos de la ciudad de ir a andar por aquellos montes tan fríos, ya que la ladera para la vuelta era umbría y estaba prácticamente helado todo el camino. La particularidad de Santibáñez es que la iglesia no es el edificio más alto del pueblo, al contrario, es bajita, está en la ladera y pudimos tocar las campanas con nuestros bastones. La música que logramos de las campanas no fue muy culta, pero cuando menos las hicimos sonar con precaución, eso si, para que no nos riñeran.

Bajamos por un camino seco con alguna piedra, pero pocas. Los chicos delante y las chicas detrás. Ellas dándole a la lengua, naturalmente. Cuando estábamos casi abajo oímos gritos y más gritos. Pensamos al principio que los mastines se habían cabreado y las estaban merendando, o que los lobos se habían ido a ellas. Pobres animales, como siempre pagando culpas que no tienen, cualquiera mete el diente a estos bichos, mejor dicho,“bichas”. Santiago “el manso” acudió inmediatamente en su auxilio, corriendo cuesta arriba acompañado por Javier. Falsa alarma, nadie se estaba “merendando”a las mujeres. Simplemente había una bifurcación del camino y no sabían cual coger ¿Para eso tanto alboroto? Sólo tenían que haber seguido las huellas de nuestras botas, que eran las únicas del camino, pero……. en fin. Otra vez más quedó demostrado el absoluto instinto de protección de Santiago.

Llegamos al fondo del valle y cruzamos un regato al que llaman río Negro. La sequía hacía que tuviera muy poca agua. Subimos por la ladera de frente. El camino es bueno y está bien marcado, aunque no hay ningún indicador de la ruta. Costó un poco coger altura. A medida que subíamos todo iba siendo más y más agradable. Comenzamos a ver los pueblos de la margen izquierda del río Negro y una vez a la altura adecuada el camino va paralelo al arroyo entre robles de buen tamaño. Tanta es la abundancia de robles que el suelo del camino parece el de un hayedo, lleno y lleno de hojas. Esta es la parte más bonita de la ruta. No tiene casi desnivel y se va siempre entre vegetación, aunque en esta ocasión, como es invierno, los robles no tuviera hojas.
Los tres perros nos seguían acompañando, el propio y los“arrimaos”. Llegó el momento de comer y un recodo soleado del camino nos sirvió para esta agradable actividad. La conversación como siempre, que si el meriñaque de Ofelia, que si Loli quería sólo medio plátano de Santi, que Jose ofrecía su chorizo también a Ofelia. Que Tere tenía buenos mejillones. Bueno, hasta los perros adoptados se apuntaban a la merienda intentando coger algún bocadillo despistado. Una sola lata de cerveza fue el objeto de deseo de todo el grupo, casi todos probaron, el próximo día es mejor más cerveza y menos agua, que dicen que la cerveza es buena para “no sé que”.

El camino continuó siendo agradable, se acabó el monte de robles y comenzó un paseo casi a la orilla del Omaña, que era realmente bonito. Por fin llegamos a la carretera. Pasamos otra vez el río y por el asfalto, unos quinientos metros después  estábamos ya en Trascastro junto a los coches.
Llenamos las botellas de agua en la “hornacina” de la iglesia de Trascastro, que no era una hornacina, sino un simple grifo con un agua heladora. Loli y Javier subieron al campanario para ver el ambiente y ¡ale! Que nos vamos de carnavales.
Pasamos a saludar a Manolo y Rosi a San Román de los Caballeros. Abarrotamos su acogedora cocina. Un café calentito para todos, orujo de diferentes colores, orejas, floretas, torrijas…vimos los terneros, y todos de excursión a Llamas de la Ribera.


Allí pudimos disfrutar de los carnavales. Son tradicionales, coloristas y divertidos para el visitante. Los guirrios pasearon delante de nosotros. El arzobispo nos dio unas bendiciones. No nos quisieron vender sardinas por no regatear. Tomamos unos "culines" de sidra. Un demonio con un gran paquete tentaba a nuestras chicas, que por cierto, no hacían ascos.
Todo era colorido y luminosidad, aunque también había disfraces un tanto tenebrosos. Teníamos un poco de prisa y a las seis de la tarde volvimos para León. Otra buena ruta que sumar a las anteriores.